Cómeme...

Te ví entrar en la habitación completamente desnudo, de piel y alma. Te acercaste lentamente, disfrutando de cada destello de mi mirada… con esa sonrisa con qué se visten a menudo tus labios.

Te miraba estirada en la cama. Preparada. Tu intención, como en otras ocasiones, robarme los sentidos mientras la luna recorre el cielo, solitaria.

Mi cuerpo reaccionó como solo sabe hacerlo contigo. Mojando cada una de mis neuronas y trasportándo mis latidos hacia alguna parte, muy lejos de mí. Pum pum… pum pum… en mis sienes no había espacio para más… más y más rápido… más y más arriba.

Tocaste mi pelo, un suave roce… pero lo suficientemente perceptible como para que mi piel se erizara. Tocaste mi pelo, levemente…. Disfrutando de la visión de mis pezones endurecidos por el ánsia de tenerte. Tocaste mi pelo, lo agarraste fuerte…. Y tiraste de él para acercarme a tus deseos.

Lamí cada centímetro de tu piel, mientras me mirabas con esa intensidad que pocas veces antes había vivido. Recorrí tus olores, sueños y gritos sin sonido… y me detuve dónde mis anhelos se convierten en presente.

Tu boca. La misma con la que me llevas a la extenuación en cada encuentro. Tu boca, demasiado dulce como para escapar de ella. Demasiado complaciente como para decir que no, aunque lo diga… no puedo negarme a ella.

Me entretuve con tu lengua, ahora salvaje, ahora domesticada…. En los murmuros de tus labios insaciables… Para después bajar, sin que dijeras nada, hasta tu sexo.

Lo cogí con una mano mientras disfrutaba de tu expresión. Mezcla de placer y súplica. “Cómeme”… me decías sin palabras…. Lo que aún no sabes es que leo mejor tus ojos que tus labios.

Cómeme… y eso hice. No te hice esperar. Me encanta hacerlo… porqué sé que te complace y te excita verme hacerlo. Me encanta hacerlo… porqué sabes que me complace y me excita hacerlo… Hasta que explotaste en mi boca.

Y me acariciaste de nuevo el pelo… susurrando mi nombre… extenuado.Y en ese instante solo pude decirte, aunque no me oyeras, gracias. Por haber tatuado en mi piel el reflejo del deseo y la más sincera de las entregas.

Sonando "Angel", de Sarah McLachlan