domingo, 18 de noviembre de 2007

Tú decides...


Leía ayer a un autor que me ha ayudado como nadie los últimos tiempos y me decía, con voz dulce pero firme que las cosas son como son pero que nosotros tenemos margen para contribuir a que sean como queremos que sean. Pero para eso hemos de estar dispuestos a hacer los esfuerzos que haga falta. Aceptar que podemos influir sobre nuestra realidad supone mobilizarnos para intentarlo. Y aceptar que las cosas no solo nos afectan por si mismas sinó también por como las vivimos nos obliga a decidir sobre lo que nos pasa….

Pues debo darle toda la razón, aunque muchas veces, y creo no estar sola ante esta afirmación, nos es mucho más fácil “dar la culpa” de lo que nos sucede al destino, a la vida, a los demás… que a nosotros mismos. Si aprendemos que NUESTRA vida está en NUESTRAS manos… tendremos la responsabilidad de decidir… pero también el orgullo de sabernos capitanes de nuestro barco, con todo lo que ello conlleva.

Quiénes me conocen saben que nunca me ha dado miedo “dirigir” mi vida, con mis aciertos y mis errores, pero sin miedo… Aunque hubo una época en qué me perdí en un mar de sentimientos apabullantes, que me salpicaron de horizontes equivocados… hace ya algún tiempo que recuperé la carrera hacia mi misma, mi manera de ver y hacer las cosas y en la línea discontínua de la autopista hacia la felicidad.

Si, amigos, si, porqué la felicidad se encuentra en cada minuto de nuestras vidas, en cómo reaccionamos ante las adversidades, en cómo demostramos nuestros sentimientos, en cómo escuchamos a los que queremos, en como disfrutamos de los pequeños detalles… en como SOMOS, en definitiva.

La felicidad está en cómo vivimos nuestra vida y, sobretodo, en la capacidad de cada uno para saber dirigirla hacia dónde creemos mejor y sentimos que deseamos llegar.

Os insto a escucharos… y a no tener miedo. Yo no lo tengo, y os aseguro que es muy gratificante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi rastro....

INVICTUS

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma

(por William Ernest Henley)