¿Siguiente paso?

Escucho esa voz aguda chillar por encima de los árboles y volar hacia el cielo… lejos del ruido de los coches, de las prisas andantes, de los relojes…. Mientras el piano acompaña al chelo en un viaje imaginario, de la mano, recorriendo nuevos horizontes.

Yo, envuelta por una nueva realidad, quiero correr sin piernas, elevarme por encima de las cabezas de los demás sin que nadie se dé cuenta. Ellos que, con las manos en los bolsillos, caminan hacia ninguna parte. Quiero brazear el aire, con una larga cola de sensaciones a cuestas, impulsándome con cada pelo de mi piel… con los sueños estirándome hacia arriba.

Pero la realidad es que corro sin saber adónde me dirijo. Y, a veces, choco con paredes invisibles que me detienen el rumbo, me obligan a detenerme para lamer mis heridas. Porqué también lloro cuando me hacen daño… Sangro cuando me hago una herida. Chillo cuando me desespero, aunque no me oigas. Hiervo cuando no puedo más, aunque no me veas. Exploto cuando ya no queda nada por decir… aunque estés tan lejos que no te des cuenta.

Estoy en parada cardiorespiratoria. Quiero huir pero mi cuerpo no me responde. Tengo los pies clavados en el suelo, con toneladas de cemento. Quiero decir, hacer, patalear… pero no hay manera de salir de aquí.

Mientras, mochilas cargadas de razones esperan en el armario. Fotografías y canciones que han sido testigo del pasado se vuelven hacia mí, pidiendo permiso para volver a colgarse del perchero del calendario. O en la pared de la habitación, dónde aún me acecha, noche tras noche, tu olor cosida a las sábanas.

Tengo las palabras precisas haciendo cola en la laringe. Luchan por no irse para abajo con cada trago, escalando posiciones. Pero los labios no quieren abrirse, sólo se mueven para mostrar un leve titubeo. 

Tiritona pegada a la piel, ilusión en la retina. ¿Me ayudas?

Sonando "A thousand years" de The Piano Guys